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Ella es el partido: La Química Perfecta

Desde que en 2002 el carismático y atractivo George Clooney saltara a la dirección con "Confesiones de una mente peligrosa", su trayectoria como director ha sido tan irregular como decepcionante: si bien es cierto que como actor ha logrado un nivel propio de las grandes estrellas del hollywood clásico -algunos ya le comparan (comparamos) con Cary Grant-, detrás de la cámara no ha cosechado los mismos éxitos, acaso por una excesiva pretenciosidad en sus planteamientos, ya que su siguiente film, "Buenas noches y buena suerte" no conseguía la intención de ser la película definitiva sobre los inicios de la televisión -ajustándose más a este propósito otras cintas mucho menos pretenciosas y más efectivas como "Quiz Show" de Redford-. Pero ahora a hecho un pleno, completo; ahora las intenciones se han materializado en una película tan bien resuelta como planteada. Nada más y nada menos que el nacimiento de la liga profesional del fútbol americano, allá por los turbulentos años 20, es el centro sobre el que gira una delirante historia de amores, desamores, intereses, filias y fobias, haciendo de rondón un repaso al tránsito de la juventud a la madurez. Es más, todo el film habla de ese peliagudo cambio, en el que hay que dejar atrás todo lo que uno ha aprendido cuando es jóven, para adaptarse a la nueva realidad de hacerse mayor, aceptando unas nuevas reglas que, en la mayoría de los casos, lo único que provocan es la infelicidad en todos. Con los cánones estéticos parecidos a "O'Brother" de los Coen, Clooney ha conseguido componer a uno de los más encantadores personajes de toda su carrera, transimitiendo la perfecta aureola de una gran estrella a cada plano, cosa que también logra Renée Zellweger, encantadora plano tras plano -aunque su papel es casi un traslación del reprsentado por Jennifer Jason Leigh en "El Gran Salto", esto es, una aguerrida periodista que ha de desenmascarar a un ídolo de masas, a costa de su propia felicidad-. Pocas veces hemos visto una pareja con más química en la historia del cine reciente -verdaderamente perfecta-, y pocas veces hemos visto una cinta tan ingenuamente encantadora como para hacer cómplice al espectador desde el nada convencional arranque del film. Una evocadora y preciosa cinta, ejemplarmente dirigida y balanceada tanto en la comedia como en el drama. Es una de las pocas veces en las que las estructuras del cine más clásico parece encajar en la industria contemporánea del actual Hollywood. Maravilloso epílogo como productor para el gran Sydney Pollack -y de "La boda de mi novia", mejor nos olvidamos...-.

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