- DIRECTOR: Saul Dibb
- GUIÓN: Jeffrey Hatcher, Anders Thomas Jensen (Libro: Amanda Foreman)
- MÚSICA: Rachel Portman
- FOTOGRAFÍA: Gyula Pados
- REPARTO: Keira Knightley, Ralph Fiennes, Charlotte Rampling, Aidan McArdle, Dominic Cooper, Hayley Atwell, Simon McBurney
A la hora de ver un film como éste ¿quién puede engañarse? A nadie le sorprende que esta cinta de claro corte histórico tenga un ritmo lento y parsimonioso, que tenga un vestuario espectacular (que le ha valido el Oscar al mejor vestuario) y unos actores ingleses (de hecho, es la clásica producción británica) realmente bien ajustados en sus papeles. Como es normal -o debería serlo- la cinta adolece de una narrativa contemporánea "de moda", es decir, con un montaje ágil, un guión con giros sorprendentes y desenlaces inesperados. Pero insisto ¿qué esperábamos? Es sencillamente el retrato de la Duquesa de Devonshire, una de las más influyentes mujeres del siglo XVIII en Inglaterra y la esposa de uno de los nobles más poderosos de la época. El paralelismo que la promoción y el márketing del film ha establecido con el personaje de Georgina de Devonshire y Lady Di, es más que evidente: ambas casadas desde muy jóvenes con hombres poderosos, ambas consentidoras de un romance a viva voz de su marido con otra mujer, ambas sufridoras de amores imposibles... Todo un acúmulo de desgracias personales envueltas en los lujos y oropeles de la época, que al ritmo de los lacayos, los cocheros, las amas de cría -que por cierto, la Duquesa de Devonshire no utilizó para críar a sus hijas e hijo...- se van desgranando en una película inequívocamente británica. Cierto es que directores como James Ivory o Nicholas Hytner habrían respetado este tranquilo ritmo y habrían añadido notas y elementos mucho más enriquecedores a la historia -seguramente un perfil psicológico mucho más profundo de los personajes, por ejemplo- pero poco más podíamos esperar de este recién llegado al largometraje tras sus aventuras televisivas. Y más con dos superstars de la talla de Keira Knightley -igual de canija que en sus aventuras de Piratas del Caribe- y el inconmensurable Ralph Fiennes -tan contenido y genial como en sus habituales magistrales interpretaciones-. Por ello, la falta de experiencia del realizador, siendo la narración muy lenta, sirve al propósito de mostrar la aburrida vida de la protagonista, encerrada en una jaula de oro, pero incapaz de vivir por sí misma y sentir los anhelos y la libertad de cualquier ser humano. Como diría MacLuhan, el mensaje es el medio, y el medio es lento, tedioso y aburrido; como la vida de la Duquesa de Devonshire, como la vida de la inmensa mayoría de la nobleza europea de la época. Esplendorosa en su factura, dirección artística y decorados, tiene un final demasiado abrupto y a veces increíble -para que veas, la realidad, supera a la ficción...- para una historia tan compleja. No obstante, es un film honesto y nadie se debe sorprender de lo que se encuentre, porque todo está bastante clarito. Y la Knightley, como digo, más canija que nunca.
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