- DIRECTOR: Anton Corbijn
- GUIÓN: Rowan Joffe (Novela: Martin Booth)
- MÚSICA: Herbert Grönemeyer
- FOTOGRAFÍA: Martin Ruhe
- REPARTO: George Clooney, Violante Placido, Thekla Reuten, Paolo Bonacelli, Bruce Altman
Alguien dijo alguna vez que el gran pecado del cine era aburrir al espectador. Sobre todo cuando un director se cree más listo/artista/creativo que el resto de la humanidad y se dedica a demostrar lo genial que es. Estamos ante este claro ejemplo, una pose insoportablemente pedante, que hace de este film una experiencia insoportable e indignante. Insoportable por lo aburrido: todos los (muchos) recursos estilísticos que se suceden en la película no sirven sencillamente para nada, porque no se cuenta nada. E indignante, porque nos llevamos toda la película para ver qué sucede… y no sucede nada. Pero antes de seguir, vamos a situarnos: Italia, la actualidad. Un mercenario americano llega a la tranquila campiña para realizar un trabajito, que consiste en suministrar armamento para que alguien realice un asesinato. Bueno, pues no hay nada más que explicar, porque el resto del film es un inexplicable e injustificado vértigo de secuencia en secuencia donde se plantea un suspense inútil que no lleva a ningún sitio. Cuando esto te lo hacen una vez, para demostrarte más tarde algún recurso narrativo, tiene su gracia. Pero cuando esto lo hacen siempre, resulta tremendamente aburrido. Aburrido hasta la desesperación. No sé cuántas veces miré el reloj, comprobando además aterrado que sólo habían pasado cinco minutos desde la última vez que lo miré. Realmente insoportable me ha resultado esta experiencia de pedantería supina, de un director de videoclips (especialmente de Depeche Mode, así que es muy conocido por los fanboys de este grupo…) que ya demostró en su anterior película “Control” su nula capacidad de empatía con el espectador, además de no interesar en ningún momento con la biografía del cantante de Joy Division. Bueno, pues si en su primera película tenía el (dudoso) interés de cautivar al espectador con la vida de alguien (mínimamente) famoso, ahora cuando nos centramos en un personaje anónimo, que además de anodino ve pasar la vida a la velocidad de un perezoso en sus momentos de siesta, estamos al borde de la muerte por aburrimiento. Mortal de verdad, contemplar esos planos largos, lánguidos, inocuos… que además no tienen ningún motivo más allá de lo meramente estético. Alguien podría decir que es cine clásico… y eso sería caer en la más fácil de las falacias: el cine clásico lo es porque aunque pasen años, las películas siguen teniendo vigencia, contando historias, emocionándonos, haciéndonos sentir cosas. No son clásicos por que tengan una fotografía bonita, o porque el director haya hecho una floritura en el montaje. Lo son porque nos transmiten algo, como Hitchcock en “Encadenados”, o “Psicosis”, como Kubrick en “2001”, como Curtiz en “Casablanca”, como Wilder en “Sunset Boulevard” o Berlanga en “El Verdugo”. Es decir, que uno se compra un reportaje fotográfico de la Toscana, coge un anuncio de Nexpresso, Clooney incluido, y algún retazo de las películas de acción que ha hecho el bueno de Georgie, y ya no hace falta que vayas a ver este verdadero peñazo, que ni siquiera las fans más abnegadas de Clooney podrían soportar. Para no liarnos más, sencillamente INSOPORTABLE.
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