> Canal de Cine Federico Casado Reina: Hacer el idiota

Hacer el idiota

The Green Hornet
Tengo que reconocer que no soy nada objetivo haciendo esta crítica, porque a pesar de los años aún recuerdo la serie de televisión protagonizada por James Franciscus y nada más y nada menos que Bruce Lee. Es por ello que esta visión hortera, facilona y bochornosamente obvia me resulta como una patada en los genitales. Más aún, cuando viene de la mano de un supuesto director de culto como Michael Gondry, y encima, para bordar la indignación, con un Christopher Waltz de malo estúpido que deja al Capitán Garfio a la altura de Macbeth (sufro tristemente cuando recuerdo al coronel Hans Landa de “Malditos Bastardos”, que tantos premios internacionales le hizo ganar –incluido el premio en el Festival de Cannes!!!-), sin olvidar tampoco la presencia de ¡¡Tom Wilkinson!!... De acuerdo, para entrar en Hollywood hay que vender muchas veces el alma y ceder a las imposiciones de los ejecutivos para crear cine comercial para todos los públicos. Pero ¿es que en esa denominación de “todos los públicos” hay que llegar al encefalograma plano? ¿Podrá algún día Gondry borrar esta brutal ignominia de su currículum? ¿Pero cómo han dejado el merluzo de Seth Rogen, un cómico del tres al cuarto, meta la zarpa en el guión? Estamos ante uno de los mayores expolios de la historia del cine: convertir una serie televisiva de culto, elegante, bien diseñada, con elementos de acción, thriller y cine negro en una comedia estúpida, sin argumento, con chistes escatológicos de la más baja estofa y con el estilo de contar muchas explosiones por minuto, para así apabullar al público. Ah, y por supuesto en 3d y en sistema Imax, para que la experiencia del espectador sea más satisfactoria. Pero vamos a ver, señores productores ¿cuándo se van a enterar que el mejor efecto especial que puedan imaginarse es un buen guión? ¿todavía se creen que con infografía, tiros, lanzamisiles, edificios en llamas y tacos la gente se queda contenta? Pues no, sencillamente no: la gente en general se aburre, y los niños los primeros. Porque no hay que ser muy listo para darse cuenta a quién han orientado este subproducto de indigerible consumo. En lo que no han caído, es que los niños tienen ya otro imaginario, y sus superhéroes son mucho más complejos, más llenos de dimensiones que los peleles que han intentado crear. Es exactamente la misma fórmula que hizo fracasar la franquicia de “Batman” cuando Joel Schumacher tomó las riendas: intentar plagiar lo peor de la serie de los 60, con toda la parafernalia hortera, y revisar el mito del multimillonario que quiere ejercer de justiciero ayudado por un misterioso personaje que le saca las castañas del fuego en el caso de verse amenazado y no tener otro recurso. Pero el personaje protagonista no es ni de lejos Bruce Wayne, y The Green Hornet ni siquiera una sombra falsa de Batman. Ahora es un personaje sacado de películas como "Supersalidos”, “Hacemos una porno” o “Lío embarazoso”; es decir, un niñato inculto, de pocas luces, menos inteligencia y ninguna gracia. En esta barbarie, ni siquiera la remodelación de todos los gagdets del personaje (coche black beauty incluido) supone interés alguno, ya que todo está orquestado al servicio de un guión inexistente, donde únicamente se han metido los nombres de estos actores de dudosa reputación profesional sencillamente para recaudar en taquilla (esto es, Seth Rogen como el presunto reclamo de la comedia romántica masculina estilo Apatow más macarra y Cameron Diaz como la tía buena que debe aparecer en toda película de superhéroes –aunque ya esté demasiado talludita para ir de chica cañón…-). El ridículo argumento de parar la corrupción en la ciudad y desenmascarar a un fiscal corrupto es una mera anécdota para este dantesco espectáculo que merece figurar en el peor museo de los horrores de la historia del cine, cuando no en los primeros puestos de una sala de tortura donde se somete al espectador a una inaguantable sesión de hacer el idiota, que es lo único que hacen todos los que han participado en este engendro ciertamente inclasificable. Indignado estoy, como pocas veces.
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