A todos los que amamos el cine, a veces nos parece que es lo más importante. Esa manera de soñar, de ver la vida a través de las películas, produce adicción. Pero en realidad ¿es el cine lo más importante? Pues no, mire vd. Lo importante es la vida. Aunque suene a perogrullo, párate a pensar un momento: como decía Chuck Pahlaniuk en "Fight Club", no eres tu trabajo, lo que tienes, lo que representas. Cuando te pones a trabajar en algo que te gusta, llega un momento en que no piensas en otra cosa. Y en ese preciso momento es cuando tienes que buscarte otra cosa, otro hobby que te permita desconectar. Si no, llega un momento que además de convertirte en un adicto a tu trabajo (encima, por imperativo personal, más que moral o laboral) tu escala de valores personales y familiares cae en picado. Miren a un genio de la interpretación, Daniel Day Lewis, que tras haber ganado un oscar en sus comienzos, y convertirse casi en un símbolo para una generación -e incluso para el cine británico- decidió retirarse a La Toscana Italiana para ¡¡aprender a hacer zapatos!! Miren a Kate Winslet, que tras el éxitazo de "Titanic" se retiró para ser madre, priorizando -como debe ser- su familia, su vida, por encima de su trabajo. El problema es que cuando estamos inmersos en la espiral de la actividad diaria, no tenemos perspectiva para decidir qué es lo realmente importante, frente a lo urgente.
Cuando llega el momento de trabajar, se trabaja, y si uno realmente sabe donde va, esos paréntesis no suponen nada en detrimento del prestigio profesional o el triunfo -fíjate, Daniel Day Lewis acaba de ganar un Oscar por "Pozos de Ambición" tras haber estado prácticamente retirado. Ese criterio demuestra lo bien amueblada que tiene la cabeza, y lo mucho que deberíamos todos de aprender de personas como él y como la Winslet; brillantes en su profesión, encima grandes artistas, pero por encima de todo, personas que buscan su felicidad personal. Esa que no está en las cuentas bancarias, los coches, las casas y la ropa cara (y si no que le pregunten a tantos y tantos que han muerto de éxito, desde James Dean a River Phonenix, pasando por Kurt Cobain. ¿Realmente merece la pena apostar nuestra vida por el éxito?
No hay comentarios:
Publicar un comentario