- DIRECTOR: Federico Moccia
- GUIÓN: Federico Moccia, Chiara Barzini, Luca Infascelli
- MÚSICA: Claudio Guidetti
- FOTOGRAFÍA: Marcello Montarsi
- REPARTO: Raoul Bova, Michela Quattrociocche, Luca Angeletti, Francesca Antonelli, Francesco Apolloni, Michelle Carpente, Cecilia Dazzi, Francesca Ferrazzo, Rossella Infanti, Veronika Logan
Un momento, y que nadie se llame a engaño: yo soy un romántico empedernido, y disfruto de lo lindo con una historia de amor, desde la de “Sucedió una noche” a “Algo para recordar”, sin olvidar “Casablanca”, “Tu y yo”, “Tal como éramos”, “Love Story” o la mismísima “Hamlet” (en todas sus adaptaciones). Pero la diferencia de aquellas películas con las que nos ocupa, es que hablando de lo mismo, lo hacen de manera original. Pero esta última moda implantada en Italia por mi tocayo Moccia, y su pretensión de expandirla allende las fronteras del Tíber… sencillamente no ha funcionado. Y no lo ha hecho, fundamentalmente, porque este film no es más que una acumulación de tópicos desvaídos vistos en innumerables ocasiones. Claro que para el público italiano, tan acostumbradísimo a este tipo de cintas insustanciales –generalmente insufladas de una insoportable melaza/modorra romanticona adolescente que empacha a cualquiera- terminan por cogerle el gustillo al asunto. No hace demasiado tiempo veíamos dos filmes que, sin ser maravillosos, tenían su gracia, nos referimos a “Manuale D’amore”; aquí por lo menos había un guión imaginativo que planteaba varias situaciones románticas, varios personajes que interactuaban de una manera caprichosa bajo las órdenes de Cupido... Ahora no: ahora todo es más simple que el mecanismo de un chupete. Madurito guapo al que abandonan, adolescente contestona y traviesa que se cruza en su camino, y tachán. Hala. Romance al canto, con violines, frases grandilocuentes insoportablemente pedantes y situaciones tan, taaan ridículas que resultan sencillamente increíbles. Y para colmo, Moccia intenta retratar con los amigos del protagonista todas las posibles variaciones del “amor adulto” entre cuarentones, desde el patibulario que no para de ponerle cuernos a su mujer, hasta el pobre que sospecha que su mujer le engaña. Un carnaval con comparsas francamente estúpidos, que tampoco resultan creíbles. Incluso la química sexual entre ambos protagonistas –él guapísimo, ella… sencillamente joven- podría cuestionarse. Me temo que el gran problema, el problema de fondo, ha sido el intento de trasladar el fenómeno literario de esta historia en la gran pantalla (un fenómeno literario que nace en 2007 y hasta la actualidad ya ha tenido adaptaciones –concretamente, esta película es del año 2008-, continuaciones y ha desatado toda la una moda adolescente en Italia que ríete de Hannah Montana y los Jonas Brothers, todos juntos…), y encima creado por el mismo autor de la novela. Doblete fallido, al menos desde mi punto de vista: en el film la base de la historia –es decir, el encuentro de los dos personajes, ese encuentro que debe ser mágico, estremecedor, que haga que tiemblen los cimientos del universo…- no es más que una retahíla de tonterías que vienen promovidas por un “fortuito” (que mire vd. que Roma es grande, pues nada, tienen que coincidir “fortuitamente” el guapito de turno y la niñata de turno…) accidente de tráfico. Ea, toma ya. Y con eso, ya está, juntos y enamorados. No es que uno sea un descreído del amor, todo lo contrario. Pero de lo que cada vez soy más descreído es de los intentos mercantilistas de instrumentalizar los sentimientos, llámese el día de San Valentín, llámese peliculita de moda entre adolescentes que intenta trascender y convertirse en un fenómeno social de masas. Por eso ya no trago, y además me rebelo porque siento que me toman por tonto. Creo que ya va siendo hora de que nos emocionemos con lo que merece la pena, y que nos demos cuenta cuando nos intentan entrar con calzador en unas modas desfasadas.
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