- DIRECTOR: Oliver Parker
- GUIÓN: Toby Finlay (Novela: Oscar Wilde)
- MÚSICA: Charlie Mole
- FOTOGRAFÍA: Roger Pratt
- REPARTO: Ben Barnes, Colin Firth, Rebecca Hall, Rachel Hurd-Wood, Ben Chaplin, Emilia Fox, Caroline Goodall, Fiona Shaw, Maryam d'Abo, Douglas Henshall, Michael Culkin, Johnny Harris
Parece que, al igual que pasa en Hollywood con los cómics, sucede en Europa con los clásicos literarios: cuando falta imaginación para crear un guión original, se tira de ellos. En USA tienen a Spiderman, Iron Man, Batman…y en Europa tenemos a Dorian Gray, cosa que si no fuera porque la adaptación de la que nos toca hablar es bastante mediocre, saldríamos ganando. A estas alturas nadie va a descubrir al genial Oscar Wilde, ni a una de sus mejores obras en la que se hace un viaje a lo más profundo del alma humana, desde lo sublime a lo abyecto. De este magistral fresco se podrían haber sacado infinitos matices, pero este film desde luego no lo hace, utilizando un trazo demasiado grueso, demasiado obvio, y tocando todos los tópicos de la manera más obvia y convencional. Adaptado desde los inicios del cine (allá por 1910), Dorian Gray ha vivido a través de mil y un rostros en el celuloide, recordado entre otros por esa adaptación seudoerótica en la que Helmut Berger daba vida al noble inglés que tras hacer un pacto con el diablo, permanece joven eternamente mientras que su retrato es quien va envejeciendo y envileciendo a través de la extrema experiencia vital de Gray. Todo eso ya lo sabíamos pero en realidad ¿qué aporta este film de claro formato televisivo y trasnochada narración? Pues prácticamente nada, puesto que al soso Ben Barnes –a quien vimos en la saga de “Las Crónicas de Narnia”- le viene demasiado grande uno de los personaje de mayor dramaturgia de la historia de la literatura contemporánea: toda la lucha interna que ha de transmitirse está prácticamente ausente, y para todos aquellos amantes de la obra, resulta de lo más pobre, de lo más obvio. Ni siquiera aquellos que –aún- desconozcan el texto de Wilde, podrán captar ni una ínfima parte de su intención original, ya que el director se afana demasiado en efectismos propios de películas de terror de bajo presupuesto, banalizando hasta lo irracional un texto lleno de riqueza intelectual. El diseño de producción es otro elemento esforzadamente inútil, quedando demasiado anquilosado y pasado de moda –quizás este film hace 20 años tuviera cierto “lustre”, hoy día, podemos ver cualquier serie de televisión con más enjundia-. Por último señalar que la participación del sólido actor británico Colin Firth como Lord Henry Wotton quizás sea el único elemento real de calidad en todo el film, que aunque intenta ser fiel a la novela, se queda únicamente en la superficie de la historia, cuando en realidad lo que esperamos es que se llegue a lo más profundo del personaje. Eso es lo que requiere Dorian Gray, y no un mal parcheado folletín con toques de estúpido terror que no vienen a cuento. Wilde se merece algo mejor.
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