> Canal de Cine Federico Casado Reina: Empacho de Rock, Bytes y (falsas) Hormonas

Empacho de Rock, Bytes y (falsas) Hormonas

Scott Pilgrim contra el mundo
  • DIRECTOR: Edgar Wright
  • GUIÓN: Michael Bacall, Edgar Wright (Cómic: Bryan Lee O'Malley)
  • MÚSICA: Nigel Godrich
  • FOTOGRAFÍA: Bill Pope
  • REPARTO: Michael Cera, Alison Pill, Mark Webber, Johnny Simmons, Ellen Wong, Kieran Culkin, Brie Larson, Anna Kendrick, Mary Elizabeth Winstead, Chris Evans, Jason Schwartzman, Brandon Routh

Vaya por delante que soy muy aficionado a los cómics. Pero me molestan terriblemente las definiciones simplistas. Me explico: mucha gente piensa que los aficionados a los cómics tienen tendencias góticas, escuchan un determinado tipo de música, se visten de una determinada forma, son viciosos de los videojuegos y tienen una serie de represiones y taras sociales que parece que van adjuntas al mundo de los cómics. Eso, sencillamente, es generalizar, y no es así en el 90% de los casos. En este denominado por muchos “mundo friki” puede enmarcarse esta película, que ha sido ideada desde un principio para encandilar a esa supuesta “mayoría” de adolescentes que se supone que encajan con los elementos narrativos, argumentales y visuales de este film, la gran apuesta de la Universal en esta temporada. Pero como era de esperar, la apuesta ha salido mal, muy mal: ni siquiera en territorio norteamericano han alcanzado las recaudaciones previstas, convirtiéndose en lo que en realidad era desde un principio: es decir, una película de minorías. Es más, dentro de todos esos “mundos frikis” (seguimos con el término) existen infinitas modalidades: hay gente que prefiere el cómic adulto, el cómic de superhéroes, el hentai, el manga…y así un larguísimo etcétera. Igualmente, en el mundo de los videojuegos (en el que también me gusta moverme, solo que no me gustan las consolas, sino que lo hago desde mi móvil y desde mi PC) existen infinitos “mundos frikis”: los que les gustan los simuladores, los de estrategia, los shootem’up, los de lucha… Intentar meter todo esto en el mismo saco e intentar crear un producto para esa enorme cantidad de público heterogéneo además de ser un monumental error de planteamiento (debido probablemente a la preclara mente de algún ejecutivo economista y/o abogado que cree que va a reinventar el negocio del cine…) es tremendamente injusto, porque dentro de esos “mundos frikis” hay verdaderas obras de arte –nombres como Bob Kane, Alan Moore, Richard Corben, Moebius, Frank Miller, en el caso de los cómics o John Carmack, Sid Meier y Ben Chichoski en el caso de los videojuegos- que trascenderán a sus propios creadores. Por si no fuera suficiente, hay que recordar que el creador del universo del cómic de Scott Pilgrim, es decir, el dibujante y cantante canadiense Bryan Lee O’Malley es de varias generaciones anteriores a los actuales adolescentes. Con lo que nos encontramos con: A) Un falso producto para adolescentes, creado por un treintañero amante de las antiguas consolas y videojuegos de 8 y 16 bits, B) Un falso producto para amantes del cómic, ya que la estética es muy particular y no sigue muchas de las tendencias actuales y C) Un falso producto para amantes de los videojuegos, con recursos visuales pasados de moda y más cercanos a los videojuegos de los ochenta y noventa. Para remozar aún más este producto para que los “frikis” disfruten, han elegido a un director británico con talento, Edgar Wright (que nos regaló las originales “Zombies Party” o “Arma Fatal”) intentando que saliera bien el entuerto, pero o mucho me equivoco, o los ejecutivos han sido los que en realidad han dirigido el producto, dictándole palabra por palabra a Wright lo que tiene que hacer. Y así ha salido, claro… Una vez sentadas las bases para entender el (fracasado) fenómeno de Scott Pilgrim –que lo ha sido desde que en 2004 saliera el primer cómic hasta la actualidad, que continúa su andadura editorial…-, si nos centramos en la película volvemos a la misma cantinela de las (malas) adaptaciones de cómics: no se puede extrapolar la totalidad de un lenguaje propio de un medio de comunicación (el cómic) a otro (el cine), porque aunque se parezcan, no son iguales. La historia de un adolescente que conoce a la chica de su vida y tiene que enfrentarse con los exnovios de su nuevo amor es el único nexo argumental de un film que aburre desde el minuto uno, y la proliferación de personajes divertidos u originales (que no son ni una cosa, ni la otra) solo aumenta la (falsa) condescendencia que apesta en todo el metraje. Simple y llanamente, es un (torpe) ejercicio de estilo con apabullantes imágenes supuestamente “chulas” para los amantes del cómic (que en realidad, no lo son) y poco más. ¿Por qué todos los adolescentes han de ser frikis inadaptados que únicamente quieren tocar en un grupo de rock o jugar a videojuegos? Las hormonas dan para mucho más, y me viene a la cabeza un film alemán “Robert Zimmerman is tangled up in love” que también habla de la adolescencia y del amor, con un lenguaje muy contemporáneo y mezclando los videojuegos. Allí sí que se hacía bien, y no con la macarrada esta que resulta insoportablemente insulsa y tediosa.

TRAILER

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