> Canal de Cine Federico Casado Reina: ¿Una boda de vampiros?

¿Una boda de vampiros?

La Saga Crepúsculo: Amanecer (Parte I)

Uno de mis mitos preferidos de la historia del cine siempre ha sido Drácula. El vampiro por excelencia, que representado de mil y una formas, nos hacía fantasear con el poder, la inmortalidad, la lujuria... un monstruo atípico que desde Sheridan Le Fanu y Bram Stoker revisitaran el mito literario, siempre ha estado presente en el imaginario colectivo de varias generaciones. Seguramente Coppola empezó a humanizar al vampiro cinematográfica con su versión de "Drácula", haciendo que fuera el amor mismo el que le espoleara a la hora de (re) encontrar a su compañera a través de "océanos de tiempo" -en una de las más memorables y preciosas escenas de la cinta-. Pero toda esa gallardía cinematográfica solo está tocada a vuelapluma y de refilón en esta saga adolescente, en la que una chica de instituto conoce a un vampiro...y a un hombre lobo y debe elegir (toma ya). En realidad, toda esta mitología fantástico-terrorífica no es más que una pose estética metida con calzador, un marco de referencia algo ficticio para contar (otra vez) la sempiterna historieta de elegir entre dos amores: el estirado guapo, lánguido, refinado -entroncando con una determinada estética urbana- o bien el musculitos igualmente guapo, más carnal, más "heavy" -otra tribu urbana igualmente definida-. O el deportivo europeo -un volvo- o la moto de trial. El pretexto de situar los iconos del cine de terror ha servido para acercar una saga de libros y películas que de otra forma habrían pasado totalmente desapercibidas al contar nuevamente lo que ya hemos visto en infinidad de películas, libros, poemas y canciones: la chica que debe elegir entre uno y otro. Lo que más me molesta en esta saga, es hasta donde ha llegado la prostitución de los mitos; me parece tan absurdo ver a un vampiro casarse (¡¡¡ojo, con cura/juez incluido!!!), como a Frankenstein hacer la primera comunión -después de haber vuelto a la vida gracias a su creador...- o a La Momia soplar una tarta de cumpleaños -¿cuántas velas tendría la tarta, después de haber vivido desde la época de los faraones?-. Esa contextualización que en la primera película podía resultar originalmente extravagante -una familia de vampiros, todos ellos viviendo juntitos- ahora es ya demencial, no se la cree nadie, porque a la postre, nadie va a ver vampiros u hombres lobo. Lo que el público va a ver en esta película (y al final, en todas las de la saga) es el momento de que la protagonista consiga lo que siempre ha querido: convertirse en vampira y vivir eternamente al lado de su amado...¿o finalmente se quedará con el motero musculitos que es el hombre lobo? ¿Se quedará embarazada? ¿Tendrá el hijo? ¿Abortará? ¿Querrá el vampiro tener un hijo? Dejando a un lado estas vicisitudes que realmente me resultan molestas a la hora de hablar de una película de género -en realidad, el género del que hablamos es el de las comedias románticas adolescentes, y no el terror, ojo...- hay que reconocerle a Bill Condon cierto oficio a la hora de articular la historia, y conseguir meter al espectador en toda la cosmología creada por la rentabilísima saga, que sigue arrasando en el público al que va dirigida. Tiene momentos de acción -que tampoco añaden mucho más a los que ya hemos visto en partes anteriores de esta saga- y otros románticos y dramáticos -que idem de lo mismo-, pero funcionar, funcionan y uno ve la película de un tirón. Incluso hay algunas secuencias muy bien encajadas en el desarrollo argumental que le dan bastante agilidad a la narración. Pero me resulta igualmente irritante esa tendencia de dividir el producto en dos partes, simplemente para prolongar los beneficios económicos (como ya han hecho otras franquicias como "El Señor de los Anillos" o "Harry Potter"). Es casi tomar por tontos a los espectadores, quitarse la máscara y decirles: "si, esto es lo que quieres ver, pero como ya se me acaba el chollo (que ya veremos si no sacan más novelas y películas...) pues venga, a dosificarlo con cuentagotas para seguir sacándote la pasta por el morro". Si encima resulta que los protagonistas del film están viviendo en realidad una historia de amor, igual que en la película, pues tenemos el producto completo que además abarca el mundo de los cotilleos del corazón. Un bombardeo mediático estratégicamente medido, que consigue la certera rentabilidad de un producto que ha sido ideado para apuntar con mira telescópica a su público, que no puede escapar de él.

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