Lincoln
DIRECTOR | Steven Spielberg |
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GUIÓN | Tony Kushner (Libro: Doris Kearns Goodwin) |
MÚSICA | John Williams |
FOTOGRAFÍA | Janusz Kaminski |
REPARTO | Daniel Day-Lewis, Sally Field, Tommy Lee Jones, David Strathairn, Joseph Gordon-Levitt,James Spader, Lee Pace, Gulliver McGrath, Hal Holbrook, Michael Stuhlbarg, Jared Harris,David Costabile, Jackie Earle Haley, Joseph Cross, John Hawkes |
Spielberg está cada día más desconcertante, será la edad. Su anterior película "Caballo de batalla" estaba sacada de un musical que vio en West End Londinense. Y salió... como tenía que salir: un auténtico tostón. Su almibarado registro, antaño preciosista en películas que le dieron toda su fama, cada vez está más pasado de moda. Parece que ha perdido el norte (a pesar del mismísimo Líncoln) y su vertiente comercial está dejando paso a una forma de hacer cine, que no es cine. Es decir, que en esta película Spielberg cada vez es menos Spielberg. Porque cuando intenta tomar una caligrafía "seria", en vez de tener el brío y genialidad de "La Lista de Schindler", se convierte en algo inaguantable. Aunque no suelo hacerlo, voy a confesar algo: he empezado a ver la película 3 veces... sin acabar de verla. Me he sentado en la sala de cine, ¡¡y me he dormido!! La segunda vez que fui a verla, pensando en que el problema era mío, me pasó exactamente lo mismo. Y la tercera también, aunque finalmente pude terminar de verla -no con pocos esfuerzos-. Reto a cualquiera que aguante los primeros 45 minutos de película, porque es sencillamente insoportable. Un remedio infalible contra el insomnio, palabra de honor.
Vamos, que esto no tiene nombre. O mejor dicho, sí que lo tiene. Pero no es Lincoln. Sino "esclavitud": la película no habla de un hombre que cambió la faz no solo de uno de los países que han marcado la pauta mundial desde el siglo XIX, sino de la sociedad contemporánea. No señor. Porque de lo que aquí se habla es de política, pura y dura. De votos, de senadores, de constitución, de enmiendas, de leyes, de corrupción para conseguir un objetivo (¡Ole, lo que faltaba!) y de abolir la esclavitud. Es decir, dos horas y media de gente hablando y hablando... y luego hablando más. Pero no habla de motivaciones, ni de emociones, ni de sentimientos, ni siquiera de los propios personajes -solo en pocas, muy poquitas ocasiones...-. Hablan de porcentajes, de la situación del congreso, del senado, de la secretaría de estado y del fundamento político de una nación. Por supuesto, de los Estados Unidos de Norteamérica. Con lo que, es una película de los americanos, por los americanos y para los americanos, que cada año conmemoran este suceso trascendental en sus vidas, disfrazando a sus niños de Abraham Lincoln, celebrando obras de teatro, anuncios televisivos, canciones y todo tipo de parafernalia. ¿y en el resto del mundo? Pues nos quedamos a por uvas, la verdad...
Eso no sería un problema si nos estuvieran hablando de personas. ¡¡Pero es que no lo hacen, nos hablan de leyes, política y votos, de los que no tenemos ni puñetera idea!! Para colmo, Spierlberg parece haber olvidado su (antaño) brillante y preciosista narrativa para contar toda esta historia en planos generales donde, a modo de teatritos, la gente entra y sale a decir su frase. Punto final. Es cierto, la transformación física de Daniel Day-Lewis es sobrecogedora. Y las interpretaciones (destacar a actores curtidos como David Stratahirn, James Spader, Sally Field, John Hawkes, Jared Harris y sobre todo un Tommy Lee Jones que casi le roba el protagonismo al propio Daniel Day-Lewis...) son todas esplendorosas. Pero no es suficiente, porque este cine es uno de los más aburridos que he visto jamás. Perdón, es que no es cine. Es que es teatro. Muy bien hecho, muy creíble, muy producido... pero teatro al fin y al cabo.
Porque en el cine la palabra, no es la protagonista. Lo es la imagen, lo es el lenguaje, el montaje, la concatenación de planos que nos da una idea, nos sugiere una dirección dramática, la resolución de un conflicto o nos plantea un suspense. Eso es el cine. Lo que no es cine es hablar y contar lo que está pasando, lo que ha pasado y lo que va a pasar. Eso es lenguaje del teatro, por bien hecho que esté. Igual que he criticado las encantadoras películas de Eric Rohmer y gran parte del cinema verité porque no utilizaban el lenguaje cinematográfico (algo por otra parte comprensible, ya que no tenían presupuesto y lo más barato es poner la cámara en un sitio y que los actores entren y salgan de plano contando lo que piensan...) ahora todavía critico más a Spielberg, porque el presupuesto no ha sido uno de sus problemas. Ha hecho lo que le ha dado la gana. Y desde mi modesto parecer, lo ha hecho fatal.
No le compro la idea. Ni la película, ni al Lincoln que nos quiere vender. No me interesa en absoluto, no ya por no ser americano (que también, habría que ver la empatía del público USA por ejemplo con una película española homóloga que contara, por ejemplo, la formación del gobierno después de la guerra civil, o la llegada del Rey Juan Carlos a la corona...), sino porque lo que me cuenta son datos. No me habla de los grandes temas del alma humana (que siempre han estado presentes en las películas de Spielberg, además de una manera grandiosa, asequible, apasionante) sino de leyes. De leyes, de votos y de porcentajes. Sí, de la abolición de la esclavitud, pero a través de la política, de comprar senadores con puestos de trabajo y del enfrentamiento entre dos partidos. Y de eso, desgraciadamente, ya todo el mundo está más que harto.
TRAILER
3 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo con tu comentario-crítica. Es una "americanada".
Pues esto va a ir a verlo el guarda de la Campana.
Es bastante aburrida, la verdad...
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