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El crack cero: Nostalgia cómplice

El Crack Cero
Esta película es una llamada a la nostalgia: no solamente a las películas de detectives y al cine negro de serie B -como el propio Garci ha calificado esta precuela en muchas entrevistas- sino al propio cine de el primer director español en ganar un Oscar de Hollywood. Ese cine de transición lleno de buenas ideas, de mucho empuje, de brillantes diálogos y de personajes con chicha. El recuerdo de un cine de otra época, de buen cine. Sí, porque aunque Garci ha estado dando tumbos como director los últimos veinte años, en sus tiempos hizo buen cine. El mejor cine que se hacía en nuestro país, y las dos primeras partes de "El Crack", protagonizadas por Alfredo Landa, figuran ya por derecho propio como la mejor saga del cine español -con permiso del maestro Berlanga y su "Escopeta Nacional"-.

La primera genialidad de la cinta es su título, ya que define a la perfección su situación espacio temporal: 1975, antes de los dos anteriores cracks. Y la segunda genialidad es la brillantísima elección del reparto (no digo casting porque para Garci los castings son "una falta de respeto a los actores, que tienen que verse juzgados...): Carlos Santos es un justo heredero de Alfredo Landa en el personaje de Germán Areta, como lo es Miguel Ángel Muñoz de Miguel Rellán para ser "El Moro" o por supuesto Pedro Casablanch del gran José Bódalo como "El Abuelo". De lo mejorcito del cine español para dar continuidad (o historia, como prefiramos) a la vida y sucesos de Areta Investigación, la agencia de detectives del Madrid más castizo dirigida por el expolicía "El piojo".

Una vez dicho esto, que repito, son grandes logros de la película, hay que aterrizar un poquito y reconocer que la historia resulta absolutamente previsible en cualquiera de los casos -pero si has visto las dos anteriores, entonces ya no hay sorpresa alguna porque se repiten demasiados lugares comunes, resortes de guión, situaciones y personajes secundarios-. Incluso podríamos decir que parece haber sido escrito con ciertas prisas, y que deja algunas tramas algo deslabazadas (cosa realmente extraña en una película de Garci): el suicidio de un famoso sastre de la capital es el arranque de una investigación en la que Areta y "El Moro" irán descubriendo muchos aspectos encubiertos de la noche y la diversión en el Madrid de los setenta, mezclando juego, apuestas, mujeres, juergas y prostitución...

Es cierto que este tipo de películas, tan ubicadas en las estructuras clásicas del cine negro norteamericano de los años cuarenta (que tanto gustan a Garci... y a mí también) requieren un ritmo pausado e incluso en algunos momentos, lento. Pero el desarrollo no es en absoluto fluido y está hecho a trompicones. Tanto que las más de dos horas de duración se alargan en demasía, llegando a aburrir. Ni los diálogos ingeniosos y "cool" (o sea, "chulos) -que los hay, aunque a veces resulten muy forzados y faltos de rigor (¿cómo que "maderos" en 1975, si aún estaban los grises?)- ni los personajes carismáticos con el background que todos conocen, consiguen animar en muchos casos una película que resulta como una parpadeante y pequeña llamita de una vela a la que se le está acabando la cera, que a veces brilla, pero que parece apagarse cada pocos minutos.

Si nos agarramos a esa nostalgia cómplice que se produce con el personaje de Areta y su particular universo de detectives, policías, sesiones de mus, combates de boxeo y demás, nos enganchamos rápidamente a la historia. Pero si descontextualizamos esta película de las anteriores -como hará la inmensa mayoría del público la verá en una sala de cine- resulta fallida en tanto en cuanto la historia como en su ritmo. Aunque el propio Garci dijo que intentaría utilizar la banda sonora del gran Jesús Glück menos que en sus dos anteriores películas del detective Areta, resulta en esta ocasión algo desubicada, más que nada porque no se da la presencia de un compositor para encajar la narrativa sonora, sino que simplemente se ha utilizado a criterio del realizador en el montaje final.

Merece la pena verse por la versión de Carlos Santos del personaje de Areta, por ver la traslación de los otros personajes de la saga, por comprobar que el cine de detectives sigue interesando a pesar de todo y tiene destellos de genialidad en algunos brillantes diálogos y situaciones... pero desgraciadamente, la historia no tiene tanto fuelle como en las dos anteriores ocasiones y ni siquiera esa nostalgia cómplice de la que hablé antes es capaz de salvarla.

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