El oficial y el espía
Roman Polanski, Robert Harris (Novela: Robert Harris)
Alexandre Desplat
Pawel Edelman
El revisionismo histórico que realiza el director paradójicamente está casi exento de pasión -cuando debería ser todo lo contrario, habida cuenta del origen judío de Polanski- con un ejercicio notable de objetividad a la hora de ver uno los casos más vergonzosos en la historia militar de Francia, en la que un oficial de origen judío, el capitán Dreyfuss, es acusado de espionaje y condenado a cadena perpetua en una remota prisión en la otra punta del mundo -la Isla del Diablo, en la Guayana francesa-. Pero todo empieza a liarse cuando Picquart toma el mando del servicio de inteligencia del ejército y descubre que quizás el condenado es inocente…
Durante toda la investigación parece que seamos testigos de una carrera de obstáculos estratégicamente situados para minar cualquier intento de descubrir nuevas pruebas, so pena de que el alto mando caiga en el bochorno de haber cometido una injusticia. Pero claro, el caso no sólo tiene matices militares, sino también políticos, al ser judío el acusado (y condenado), con lo que eso significa en ese momento en Europa, con una marcada tendencia antisemita en toda Francia -como luego, con el paso de los años, se vería…-. Toda esa trama detectivesca tiene mucho que ver con el desarrollo clásico al estilo de Conan Doyle, sólo que con un regusto francés inequívoco. Como si viéramos a un Sherlock Holmes menos locuaz y brillante, pero igual de efectivo, agudo, inteligente y resolutivo, sin dejar por ello de ser un "bon vivant".
Una de las principales características de Polanski, aparte de su depurada narrativa y de su habilidad de entresacar lo mejor de los textos que guioniza -en este caso, la novela de Robert Harris- es su capacidad de destilar lo mejor de sus actores, y en este caso Dujardin -por el que siento verdadera debilidad- da un verdadero recital, componiendo a un complejo personaje lleno de matices que van del más completo clacisismo a la modernidad en sus relaciones sentimentales, su sentido de la lealtad, de la amistad, de la justicia, de la bondad o incluso de la realidad, que a veces choca directamente con su propia concepción del mundo. La esposa de Polanski, Emmanuelle Seigner está soberbia, así como todo el reparto coral que representa las instituciones más rancias militares francesas, camuflando el honor con discrección cuando procede. La revolución social que supuso el caso está igualmente bien plasmado, a través de los poderes civiles -como la abogacía o la judicatura- y con especial atención a la prensa, que fue la última responsable de la revisión del caso en el que llegó a implicarse el mismísimo Emile Zola.
Normalmente, este tipo de cine me resulta algo tedioso, ya que se suele adoptar una posición demasiado visceral a la hora de revisar páginas de la historia para intentar reescribirlas, pero la gran inteligencia y capacidad del director a la hora de adoptar una pose neutral es la que dota al film de un gran empaque, llegando a entender en profundidad toda la psicología de los personajes, en una verdadera sinfonía de posicionamientos vitales, sacando a flote conceptos como el valor, el honor o la vergüenza, juzgándolos con la misma severidad con que se intentan defender cuando llega el momento. Una gran obra, de un inspiradísimo Polanski, que está en plena forma. Se me
hace la boca agua al pensar que en España pudiéramos hacer un cine siquiera
parecido a éste a la hora de revisar nuestra propia historia. Ojalá.
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