Wonder Woman 1984
Por si le faltara poco a Warner/DC después del fracaso que ha supuesto el universo de la Liga de la Justicia, y el retraso del estreno de su último título por la pandemia… resulta que la apuesta ha sido todo un fiasco: cuando la primera parte de Wonder Woman nos descubría un fascinante universo de las Amazonas, una historia de amor, el nacimiento de una superheroína… ahora todo se reduce a fuegos artificiales con bastante poca enjundia (eso sí, muy bonitos), postureo de salón (Gal Gadot -como no podía ser de otra forma- sale guapísima y seductora…) y el claro intento de rentabilizar la nostalgia ochentera en toda su expresión.
A su guión manifiestamente ridículo, que tiene aproximadamente el nivel intelectual de un niño de primaria, se salpican algunas secuencias de acción muy vistosas (especialmente el teaser inicial en una olimpiada amazónica... y otra en un desierto -por cierto, ambas se pueden ver en el tráiler-) y poco más. Es que no hay más, señores. Y es una lástima, porque muchos hemos vuelto a los cines después de esta tremenda situación que vivimos con el covid19 acechando, y deseamos resarcirnos con ese espectáculo maravilloso que es el cine. Y como tal, al menos desde mi modesto parecer, ha resultado decepcionante.
Esa decepción nace, desgraciadamente, por el mismo error que ha cometido DC cómics en sus inicios -aunque luego lo subsanó con el tiempo…-, que es supeditar todo a los superpoderes y olvidarse de un buen trabajo en el guión. Ese fue el acierto desde el principio en los cómics Marvel (aunque luego con la compra de Disney se han invertido las tornas), y de hecho así pasó en la primera parte de Wonder Woman. Pero ahora todo gira en torno a que Diana Prince, alias Wonder Woman, tiene unos poderes fantásticos, y toda la historia -parca historia- se articula alrededor de enseñar esos maravillosos poderes: de buenas, en departamento de arqueología donde Diana trabaja, aparece una reliquia ancestral que tiene la propiedad de conceder el deseo que se le pida, y un siniestro personaje luchará para conseguirla y llevar a cabo sus planes, que pueden acabar con la humanidad misma.
Como sucede en todas las películas fantásticas, hay que guardar una escrupulosa coherencia en las bases que se sientan en este tipo de películas: si resulta que un personaje puede volar, pues tendrá que volar siempre, y no puede dejar de volar de buenas a primeras y sin explicaciones. Si no tiene superfuerza, pues no puede tenerla de repente, porque entonces la ya comprometida credibilidad de la historia, se va a hacer puñetas, y desconectamos con la historia. Está bien que el espectador tenga unas grandes tragaderas y consienta un universo de licencias fantásticas. Pero si encima empezamos a cambiar esas licencias, pues apaga y vámonos.
Es descorazonador que una de las películas más esperadas por la industria y público, aquella que podría hacer que medio se recuperara la industria del cine, tal y como la hemos conocido, resulte ser claramente un artificio con poco calado, un juguete muy lustroso y llamativo, pero de muy poca calidad. Porque entre la "seriedad" y "negrura" que DC intentó imprimirle al ecosistema de películas de La Liga de la Justicia y el desfase chillón y vacío de esta segunda entrega de Wonder Woman, podría haber habido un término medio. De hecho, creo que la fórmula de esa primera entrega de la superheroína era la adecuada, propia para todos los públicos desde los niños a los adultos. Pero ahora, en un vano intento de captar desesperadamente el cine familiar, al estilo Disney, se ha optado por aligerar tanto la historia, hacerla tan simple y obvia, que ha perdido muchísimo interés.
Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Patty Jenkins, la directora, ha creído poder replicar el buen hacer del guión de la primera parte -de Allan Heinberg- pero no ha sido así: a pesar de meter elementos clásicos del personaje -como el famoso avión invisible o la famosa archienemiga de Wonder Woman, la peligrosísima Cheetah…, o incluso un guiño nostálgico a la mismísima primera Wonder Woman televisiva, - es una sucesión demasiado infantil de sucesos previsibles e intentos tópicos de ridiculizar a la década de los 80 del pasado siglo. Todo ello, además, bañado con una ingenuidad tan naïf, que resulta bochornosa en muchos momentos, cuando además existen momentos en los que los actores quedan reducidos a verdaderos mamarrachos -y ahí podemos incluir desde la preciosa Robin Wright hasta el sólido y exitoso Pedro Pascal -que ha arrasado con la serie The Mandalorian, aunque no se le vea la cara-.
Un enorme paso atrás de DC, que parecía que iba a levantarse de la mala aceptación de sus últimas propuestas en cine, pero que se ha quedado corto con esta nueva incursión super heroica, que definitivamente no ha sido lo que todos esperábamos. Qué pena.
TRÁILER
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