Dune: epopeya grandiosa y vacía (por entregas)
Dune
Ha
sido una de las películas más esperadas de los últimos tiempos, y su estreno se
ha retrasado varias veces por culpa del coronavirus. Incluso ha desatado una
gran polémica por si se iba a estrenar simultáneamente en salas y plataformas
digitales, pero Villeneuve -probablemente, uno de los directores más
sobrevalorados de las últimas décadas, igual de pedante y egocéntrico que
Malick…- se empeñó y lo consiguió: estreno en salas y pasado el tiempo, a las
plataformas.
Y la verdad es que a pesar de la situación pandémica, el estreno no ha ido nada mal. De hecho, ya se ha garantizado rodar la segunda parte de la historia (requisito indispensable que el director exigió a la productora para hacer esta peliaguda adaptación de la mítica saga de novelas de Frank Herbert). Un verdadero caramelito envenenado, sobre todo por los antecedentes de la grangiñolesca adaptación de David Lynch y de la apreciable adaptación televisiva de hace unos años.
Siendo honestos, hay que reconocerle a Villeneuve un cierto sentido estético y una apreciable capacidad visual: es capaz de plasmar originales propuestas a nivel artístico y se le sigue notando que durante un tiempo fue publicista, porque sabe vender más que bien sus proyectos. Otra cosa es el resultado, claro, que suele ser de lo más decepcionante -aunque hay que reconocerle que en todas sus películas, por malas que sean, siempre tienen algún hallazgo interesante, como la novia virtual (interpretada por Ana de Armas) en la fallida "Blade Runner 2049"-.
Todos los amantes de la ciencia ficción conocen sobradamente la epopeya grandiosa de la casa Atreides y Harknonnen sobre el desértico planeta Dune, y cómo en el año diez mil uno noventa y uno la organización feudal del emperador Shaddam IV oscila y gira sobre la famosa especie melange, una sustancia con la que el universo conocido comercia, desea y gestiona para realizar los viajes espaciales…
Las intrigas palaciegas siguen presentes en esta versión un tanto apócrifa de la novela de Herbert, pero a nivel de guión, escrito por Eric Roth, Jon Spaihts y el propoi Villeneuve, hay cosas que me parecen de lo más sorprendente: existen personajes que son fundamentales en la historia, como el propio Paul Atreides, su padre el duque Leto o el temible barón Harkonnen, que están de lo más desdibujados, inconcretos casi difuminados en la historia, cuando deben de ser los pilares básicos de la historia, y en cambio existen otros más secundarios, como Lady Jessica, Gurney o Duncan Idaho, que están de lo más perfilados. Es decir, justo al contrario de lo que debería ser.
Y
esto no es fallo de la historia. No señores, es fallo de un guión que está
condicionado por el propio director, que se ha enamorado de las dunas, de la
arena y el desierto: una verdadera sinfonía visual de planos eternos de las
arenas doradas, que en realidad no aportan absolutamente nada argumentalmente,
frente a lo que podría ser la concreción de una trama muy compleja, llena de
recovecos, trampas, intrigas y sorpresas.
Encima de todo ello, cosa que no se ha publicitado lo suficiente en el lanzamiento de la película, resulta que estamos ante la primera parte de la historia, porque cuando todo empieza a coger ritmo y parece que la trama va a evolucionar -igual que el personaje principal- resulta que la película se acaba. Ojo, y esta primera parte, este prolegómeno de lo que va a ser la historia real, es decir, lo mollar de la cuestión, dura la friolera de casi tres horas.
¿No podría haber condensado un poquito más ese guión tan lánguido (y lento) para en casi tres horas contar toda la historia? Pues no, estoy temiendo casi que Villeneuve no haya caído en el síndrome de Peter Jackson a la hora de buscar la jubilación con un proyecto (como hizo Jackson con los libros de Tolkien y "El Señor de los Anillos"), y ahora Villeneuve ya se ha asegurado -como dijimos antes- la segunda parte para 2023… y hay rumores de incluso una tercera parte y una serie de televisión confirmada.
Siendo honestos, la película tiene un arranque brillante, el diseño de producción es sorprendente y no desmerece a las anteriores versiones -ni incluso a las novelas-, pero después de ese envoltorio lujoso… ¿Hay algo? Pues sí, pero no nos engañemos, muy poquito, que es precisamente una constante en la filmografía de este director. Mucha forma y poco fondo.
Nos quedamos con una lujosa encuadernación de un libro muchas páginas, que al abrirlo resulta que tiene bastante menos contenido del que nos esperábamos, y que el editor, haciendo trampas, ha aumentado el tamaño de las letras para ocupar más espacio en el texto, y decir que el libro tiene 1000 páginas… cuando en realidad podría haberse escrito perfectamente en 100. Esa caligrafía preciosa (y vacía) es la que ha tenido Villeneuve en esta película, que ha hecho que muchos espectadores sospechen de sus intenciones y hayan decidido que la verán… cuando se estrene la segunda parte.
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