Wonka
Roald Dahl, autor de la famosa “Charlie y la fábrica de Chocolate”, “Matilda” o “James y el melocotón Gigante” es el justo heredero literario de Dickens, haciéndolo avanzar de la negrura de la miseria a la magia y la ensoñación infantil más colorida. Precisamente el personaje de Willy Wonka es uno de los pilares de toda su creación literaria, un bizarro personaje que creaba chocolate con sus imaginativos inventos y su alucinante fábrica, ayudado por los famosos hombrecillos verdes, los Umpa-Lumpa. Todo un mágico universo de fantasía que ahora ha tenido la justa continuación en una precuela donde conocemos a Willy, un pobre polizonte que llega a la ciudad con la intención de convertirse en el más famoso chocolatero del mundo…
La delirante galería de personajes que plantea la película es un divertidísimo fresco a la hora de reflexionar sobre la avaricia, la envidia y la soberbia, enfrentados a la inocencia y pureza de Willy, que sólo quiere hacer felices a todos aquellos que prueban su delicioso chocolate, inigualable por sus matices y sabores. Parecía lógico que toda esa estructura de cuento infantil tuviera un correlato perfecto en la estructura de un musical, que es en realidad lo que es la película y que en ningún momento chirría, porque entramos perfectamente en ese mundo donde se pueden reconocer los peores defectos y las mejores virtudes de los seres humanos.
Chalamet, convertido ya en una gran superestrella tras protagonizar “Dune”, es el actor ideal para encarnar a ese proyecto del famoso chocolatero, más pobre que una rata, pero con grandes ilusiones y esperanzas. El director, que venía de triunfar con “Paddington”, sobre el papel no era el más adecuado para hacer una tercera adaptación de la novela de Dahl, pero se ha demostrado que ha superado con creces la aburrida apuesta anterior de Tim Burton, y que no desmerece en absoluto la primera adaptación de 1971. Es más, esta película de orígenes hace que comprendamos mucho mejor el universo de Willy Wonka y su fascinación por el chocolate y los aparatos mecánicos. No podemos olvidar tampoco la aparición estelar de los no menos famosos Umpa-Lumpa, en la piel de un Hugh Grant descacharrante que borda el personaje con un acento y modales british de lo más divertido.
Es sin duda la película de las navidades, en la que entramos fácilmente sin ningún esfuerzo y con la que disfrutamos a cada número musical, como si estuviéramos en el mismísimo Broadway neoyorquino. Una auténtica delicia, un bombón exquisito que nos hace volver a soñar desde el primer momento.
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