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Gladiator 2: Algunos aciertos, muchos errores

Gladiator 2
Cumplir las expectativas de una primera parte cuando esa película se ha convertido ya en el imaginario de la memoria colectiva y cultural de todo el mundo es muy difícil y salvo en una o dos ocasiones (la saga “El Padrino”, la saga “Star Wars”…) jamás se ha conseguido. Que “Gladiator 2” es una buena película –o al menos aceptable- está claro, pero desde luego está a años luz de esa esplendorosa primera parte, que supuso un revulsivo en el cine de romanos después de décadas en la historia del cine.

El primer problema de esta segunda parte es el guión, porque David Scarpa –que también hizo el controvertido guión de “Napoleón”-  ha creado un guión que no arriesga nada, copiando los clichés de la primera parte, personajes un tanto deslavazados, y una trama que flojea en varios momentos. El segundo problema –y enorme problema- es el protagonista, porque Paul Mescal no llega al nivel de un personaje que tenía que haber añadido la grandeza y épica de Máximo Meridio. Es demasiado blandito, demasiado insulso, le falta personalidad, carácter, definición. De hecho, personajes más secundarios en la trama se lo comen con patatas, como el Macrino interpretado por Denzel Washington –que huele a Oscar…- o el mismo Marco Acacio, interpretado por Pedro Pascal, que este sí que retoma el relevo de Máximo Meridio como el militar abnegado, honorable e íntegro que lucha contra él mismo por la gloria de Roma. Y el tercer y no menos importante problema es la banda sonora, porque mientras que en la primera parte la partitura de Hans Zimmer nos acompaña a la perfección en los momentos más importantes y críticos de la historia, en esta ocasión es un subrayado disperso, difuso, que no concreta la importancia con una reconocible melodía. En la primera parte había temas que indicaban situaciones, personajes… ahora simplemente hay acordes atronadores que no tienen mucho sentido y que prácticamente no tienen identidad.

La trama de que el hijo ilegítimo del general Máximo Meridio se convierta en gladiador está un poco traída por los pelos: cuando su padre muere en el circo tras pelearse y matar a su tío el emperador Cómodo, su madre Lucilla lo exilia para evitar que, siendo sucesor del imperio, pueda ser matado por sus rivales en la línea de sucesión. Convertido en un granjero en África, resulta que también –no sabemos por qué…- es un guerrero formidable que se enfrenta a los ejércitos de Roma, y como nadie sabe quién es, resulta que se convierte en esclavo y de eso, en galeote, remando en galeras y de ahí, a gladiador. Es ahí donde aparece Macrino, posiblemente el mejor personaje de la historia, que trama inscansablemente para conseguir el poder en un imperio dirigido por los hermanos Geta y Caracalla, a cuál más amoral, delirante y fanático. Un escenario que demuestra bien la decadencia de Roma, y al que se le habría podido sacar mucho más partido por cuanto las implicaciones del poder podrían haber mostrado el enfrentamiento al honor que podría haber sido el eje y norte del Imperio Romano –y que de hecho lo fue en muchos casos-.

Aparte de las burradas históricas metidas con calzador en el guión de Scarpa –como tiburones y rinocerontes en el circo romano, etc.- la presencia de efectos digitales demasiado evidentes le resta credibilidad al resultado final, al que le falta mucha épica y grandiosidad. Si bien es cierto que tiene momentos verdaderamente impresionantes, como el asedio naval a la ciudad de Numidia, este “Gladiator 2” nos deja con un sabor agridulce en la boca, con buenas pinceladas de lo que pudo haber sido… y que al final no lo ha sido.

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Escape: De no creer

Escape

De no creer. La última película dirigida por el antaño brillante Rodrigo Cortés y producida nada más y


nada menos que por el mismísimo Martin Scorsese me ha resultado aburrida, ridícula, incoherente, infantil... Un completo despropósito. Sin alcanzar un tono adecuado, cambiando de registro y con actores que oscilan entre el cliché y el delirio (sin intentarlo) me parece incomprensible que un director con tan impecable filmografía haya hecho esta cinta, más propia de un ejercicio de facultad de imagen que de un realizador con entidad.

Aunque la premisa argumental es interesante, la evolución de la trama y el tono errático termina por cargarse la película, que navega en tierra de nadie: un hombre se obsesiona por entrar en la cárcel, al precio que sea. Pero resulta que no va a ser tan fácil, y tendrá que ir subiendo el nivel de sus ilegalidades para conseguir entrar en prisión, topándose además con un juez de lo más singular –e increíble, según la historia- que será un verdadero hándicap para conseguir sus extraños planes.

El problema del guión no es ya que no nos expliquen las cosas, sino que además cambie de tono, desde lo increíble a lo más radicalmente mundano: puedo llegar a entender un delirio como los que planteaban Jeunet y Caro en “Delicatessen”, pero porque TODO era un delirio. Lo que no podemos encajar es un delirio dentro de historia que parece sacada de un informativo de televisión. Y ese inexplicable personaje protagonista, lleno de extrañas claves con las que no conseguimos empatizar –básicamente, porque no las explican- es como un monigote sin alma, sin un motivo –que empezamos a vislumbrar casi al final de la película, que tampoco se justifica ni remata argumentalmente.

Ni siquiera el reparto estelar (Mario Casas, José Sacristán, Juanjo Puigcorbé...) consigue mejorar la cosa. Y el caso es que entiendo perfectamente la intención y el mensaje de la película... pero qué mal está hecho. Y si Scorsese dijo que le encantó, dice mucho de él como productor.

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La sustancia: Todo por la juventud

La sustancia

De un plumazo, Demi Moore ha vuelto a ponerse en el centro de la popularidad con un film que resulta ser una


parábola de ella misma, en la que una actriz famosa intenta por todos los medios seguir manteniendo su juventud a pesar del inevitable deterioro provocado por la edad. En un ejercicio visual notable donde se homenajean a varios clásicos de la historia del cine, la directora logra crear un ambiente malsano donde empezarán a mostrarse toda una galería de vanidades propias de los medios de comunicación, que no paran de exigir nuevos y más jóvenes modelos, actores y actrices que puedan conectar con el público, al precio que sea.

El mensaje de que lo nuevo es lo bueno y que lo viejo es obsoleto y por lo tanto, prescindible y olvidable no es nada nuevo en la historia del cine, pero el enfoque de esta película es original, añadiendo un toque “gore” que en muchos casos puede incluso llegar a incomodar notablemente al espectador: una famosísima actriz que ahora presenta un programa de aerobic en la televisión –en un evidente guiño a la incombustible Jane Fonda…- empieza a darse cuenta de que a pesar de su fama y reconocimiento, es ya demasiado vieja para hacer algunos papeles. Y es entonces cuando, casi mágicamente, aparece una nueva opción en su vida: un sistema que hará que de ella misma –literalmente- surja una nueva versión de sí misma más joven, más guapa y más capaz en todos los sentidos. El problema es que la cosa tiene reglas: cada una de ellas sólo podrá vivir un tiempo, mientras que la otra permanece en estado regenerativo, y así se irán sucediendo, inexorablemente. Por supuesto, manteniendo la mente en cada cambio de cuerpo, pero las cosas empezarán a torcerse cuando se quieren cambiar las reglas y todo acabe como un verdadero desastre, en todos los sentidos.

Esta versión perversa y encelofanada de “El retrato de Dorian Gray” tiene momentos interesantes, que son magníficamente aprovechados por un reparto que está más que bien, desde las dos protagonistas, Demi Moore y Margaret Qualley, a un delírante Dennis Quaid, como un desaforado productor que quiere seguir estando en lo más alto de las audiencias, al precio que sea.

Aunque a veces llega al gore, es divertida, valiente y hasta esperpéntica heredera de clásicos como Frankenstein o La Mosca, donde un experimento sale mal y lo que prometía ser un prodigio científico se convierte en una horrible tragedia, reflexionando sobre la juventud y sobre los crueles intereses del mundo del espectáculo, en el que sólo tiene valor la belleza y la juventud. Valiente (y arriesgada) interpretación de Demi Moore, que compone magistralmente a una diva en su ocaso de edad, con un formato heredero del videoclip y las series de plataformas (la sombra de “Black Mirror” estuvo presente todo el tiempo, no olvidemos que es una película británica, igual que la serie…).

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