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La sustancia: Todo por la juventud

La sustancia

De un plumazo, Demi Moore ha vuelto a ponerse en el centro de la popularidad con un film que resulta ser una


parábola de ella misma, en la que una actriz famosa intenta por todos los medios seguir manteniendo su juventud a pesar del inevitable deterioro provocado por la edad. En un ejercicio visual notable donde se homenajean a varios clásicos de la historia del cine, la directora logra crear un ambiente malsano donde empezarán a mostrarse toda una galería de vanidades propias de los medios de comunicación, que no paran de exigir nuevos y más jóvenes modelos, actores y actrices que puedan conectar con el público, al precio que sea.

El mensaje de que lo nuevo es lo bueno y que lo viejo es obsoleto y por lo tanto, prescindible y olvidable no es nada nuevo en la historia del cine, pero el enfoque de esta película es original, añadiendo un toque “gore” que en muchos casos puede incluso llegar a incomodar notablemente al espectador: una famosísima actriz que ahora presenta un programa de aerobic en la televisión –en un evidente guiño a la incombustible Jane Fonda…- empieza a darse cuenta de que a pesar de su fama y reconocimiento, es ya demasiado vieja para hacer algunos papeles. Y es entonces cuando, casi mágicamente, aparece una nueva opción en su vida: un sistema que hará que de ella misma –literalmente- surja una nueva versión de sí misma más joven, más guapa y más capaz en todos los sentidos. El problema es que la cosa tiene reglas: cada una de ellas sólo podrá vivir un tiempo, mientras que la otra permanece en estado regenerativo, y así se irán sucediendo, inexorablemente. Por supuesto, manteniendo la mente en cada cambio de cuerpo, pero las cosas empezarán a torcerse cuando se quieren cambiar las reglas y todo acabe como un verdadero desastre, en todos los sentidos.

Esta versión perversa y encelofanada de “El retrato de Dorian Gray” tiene momentos interesantes, que son magníficamente aprovechados por un reparto que está más que bien, desde las dos protagonistas, Demi Moore y Margaret Qualley, a un delírante Dennis Quaid, como un desaforado productor que quiere seguir estando en lo más alto de las audiencias, al precio que sea.

Aunque a veces llega al gore, es divertida, valiente y hasta esperpéntica heredera de clásicos como Frankenstein o La Mosca, donde un experimento sale mal y lo que prometía ser un prodigio científico se convierte en una horrible tragedia, reflexionando sobre la juventud y sobre los crueles intereses del mundo del espectáculo, en el que sólo tiene valor la belleza y la juventud. Valiente (y arriesgada) interpretación de Demi Moore, que compone magistralmente a una diva en su ocaso de edad, con un formato heredero del videoclip y las series de plataformas (la sombra de “Black Mirror” estuvo presente todo el tiempo, no olvidemos que es una película británica, igual que la serie…).

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