- DIRECTOR: Daniel Sánchez Arévalo
- GUIÓN: Daniel Sánchez Arévalo
- MÚSICA: Pascal Gaigne
- FOTOGRAFÍA: Juan Carlos Gómez
- REPARTO: Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, Roberto Enríquez, Verónica Sánchez, Leticia Herrero, Pilar Castro, Teté Delgado, Fernando Albizu, María Morales, Marta Martín, Adam Jeziersky
Una vez un curtido director de este país me dijo en una entrevista que lo realmente difícil para un director no es hacer la primera película, sino la segunda. La cosa tenía una lógica aplastante: de primeras nadie sabe cómo te vas a vandear y qué vas a hacer. Pero una vez visto de lo que eres capaz, como la hayas cagado será mucho más difícil armar el segundo proyecto que el primero. A Daniel Sánchez Arévalo no le ha pasado esto, ya que su primer film “Azuloscurocasinegro” era uno de esos “sleepers” del cine español, que al igual que títulos como “Solas” –enmarcados en un particular realismo social- consiguió que las miradas de todo el mundo dentro y fuera de este país se volvieran hacia el joven y prometedor realizador. Con todos los ases en la bocamanga, Sánchez Arévalo se habrá sentido como si estuvieran apuntándole con miles de miras telescópicas, a ver chaval, qué haces ahora. Esta situación tan incómoda por una parte, y tan ventajosa a la hora de hacer un film parece que ha podido con el realizador, que ha sucumbido al ansia y deseo de agradar prácticamente a cada plano, olvidando que la cadencia normal de un film tiene sus luces y sus sombras, sus momentos de tensión y sus momentos de tranquilidad. “Gordos” es un canto a la aceptación social y a la ansiedad que ello genera, vista a través de un interesante mosaico social que engloba a un gay megalómano que anuncia productos de adelgazamiento caído en desgracia tras engordar, una chica demasiado chapada a la antigua y así una galería tan interesante en su planteamiento como fútil en su desarrollo. Precisamente, lo más inteligente del film es el planteamiento, una vuelta a la tuerca de esa búsqueda de la felicidad, ahora sublimada por estos personajes a través del chocolate, las pizzas, y todo tipo de chucherías… que a la postre generan un complejo de culpabilidad tan aplastante que termina por ser tan ignorado como la báscula o la compra de ropa a la moda. No sería justo olvidar a Antonio de la Torre, sobre el que gravita casi todo el peso del film y que sale airoso del su prácticamente primer personaje protagonista de su cuidada carrera como actor. Se nota bastante la complicidad generada entre actor y director en este film que podría haber sido mucho más redondo si no hubiera estado tan centrado en agradar desde el primer fotograma al último. También es cierto que el film hace gala de una madurez narrativa en el guión francamente notable, con una complejísima estructura dramática que se va desentrañando a cada secuencia y que conforma un puzle francamente insólito en el panorama nacional, pero esa brillante narración, al estilo de “Amores Perros” o “Magnolia”, que está completamente justificada por su intención, queda desfragmentada, no cohesionada en su resultado final, suponiendo un verdadero empacho de secuencias excelentes para el espectador. Un atracón demasiado grande. Veo a este film –salvando las distancias de presupuesto y reparto- como el “Hamlet” de Kenneth Branagh, que a base de hacerlo todo tan, tan espectacular, resultaba apabullantemente cansino.
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