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Pompeya: No hay por donde cogerla

Pompeya
Director: Paul W.S. Anderson
Guión: Janet Scott Batchler, Lee Batchler, Julian Fellowes, Michael Robert Johnson
Música: Clinton Shorter
Fotografía: Glen MacPherson
Reparto: Kit Harington, Emily Browning, Jared Harris, Kiefer Sutherland, Carrie-Anne Moss, Jessica Lucas, Sasha Roiz, Currie Graham, Joe Pingue

Con el paso de los años haciendo críticas de cine -y, ay, más de los que quisiera reconocer...- uno termina por desarrollar una especie de sexto sentido de cómo van a ser las películas. Este olfato que desgraciadamente he llegado a tener, termina por impedirme disfrutar con cierta virginidad e ingenuidad el visionado de una película que pudiera apetecerme... para bien o para mal. Quiero decir con esto, que con esta "Pompeya", aunque mi sentido de crítico me indicaba que me iba a encontrar con una porquería muy bien producida, tenía algunas esperanzas (más que nada porque me gustan las películas de romanos -sin que sirva de cachondeíto, que ya nos conocemos...- y porque estaba mi querido Jack Bauer (esto es, Kiefer Sutherland) en el reparto). Pero al final he tenido que darle la razón a mi sentido de crítico, porque me he encontrado con una de las peores películas que he visto en mucho tiempo.
 
Vale, Anderson no es ninguna lumbrera, y su trayectoria como director deja bastante que desear -su mayor logro fue hacer en 1997 "Horizonte final", pero entre las porquerías que ha firmado como director se encuentran "Resident Evil", "Alien Vs Predator", "Mortal Kombat"-, pero por lo menos podría haberse currado un poquito más un guión tan tópico, tan estúpido, tan previsible, tan ridículo... que no tiene absolutamente ningún interés: desde el minuto uno sabemos perfectamente qué es lo que va a pasar, y lamentablemente, todo pasa. Dejando a un lado la trama -que resulta aproximadamente de la misma complejidad que un cortometraje de Disney-, los personajes son aún más planos, más esquemáticos, más maniqueos, manidos... y lo que es peor, absurdos: el protagonista, que resulta ser un esclavo celta cuya tribu ha sido exterminada por las legiones romanas se convierte en Gladiador, es un chavalito que ni es rubio -como los celtas-, ni tiene una abultada musculatura -como cualquier guerrero de la arena, que le pregunten a Russell Crowe...-. La protagonista, que es una bella romana de la alta aristocracia, ni es bella, ni tiene el glamour de una Patricia Romana -más bien parece una freganchina de cualquier parte-. Y esta imposible historia de amor se desarrolla en el preámbulo de lo que sería una de las hecatombes mayores de la historia de la humanidad, esto es, la erupción del Vesubio que arrasaría Pompeya.

Argumentalmente, son los mismos mimbres de "Titanic", solo que infinitamente peor hecha. Y no por los medios técnicos, que son muy espectaculares y alucinantes, sino porque es una historia estúpida, poco creíble, ridícula... y puesta al servicio de unos impresionantes efectos especiales, que si encima la ves en 3D, son para alucinar. Hemos llegado pues, a algo que yo ya temía secretamente, y que se ha terminado de cimentar: que el cine se ha convertido en un espectáculo de un parque temático, cuyo único interés es ver lo bien que están hechos los efectos visuales en un cine de tres dimensiones. O sea, como un espectáculo barato de feria (bueno, más bien caro, que este engendro ha costado la friolera de 100 millones de dólares), al igual que hacían los Hermanos Lumière en sus barracas. Para eso ha quedado el cine de Hollywood (en muchos casos).

Y es verdad que en algunos momentos, esa espectacularidad termina por envolverte, a base de llamas impresionantes, carreras imposibles, peleas de gladiadores en la arena (resulta increíble que un señor que ha dirigido las películas de la franquicia de "Resident Evil" aún no sepa rodar una buena pelea de dos hombres con espadas...), pero todas esas sensaciones, emociones... se diluyen cuando alguien dice una estúpida línea de diálogo, y todo se te viene abajo, aburriéndote soberanamente. Es inconcebible que un juguete tan caro como este, llegue a resultar tedioso. Pues señores, es así. No hay por donde cogerla, y mira que a mí me gustan las películas de romanos... -sí, volvemos a dejar en cachondeíto a parte-.
 
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