Coco
Dirección
Lee Unkrich, Adrián Molina
Guion
Música
Fotografía
Adrián Molina, Matthew Aldrich (Historia original: Lee Unkrich, Jason Katz, Matthew Aldrich, Adrián Molina)
Michael Giacchino
Animation, Matt Aspbury, Danielle Feinberg
Antes de nada, hay que reconocer que tras ver las últimas producciones de la Pixar/Disney (esto es, la Disney es ya desde hace años la propietaria de Pixar, hace, decide, deshace y orienta sus productos según sus propios intereses ideológicos y/o comerciales...) estaba un poco desesperanzado al ir a ver una película, que al igual que sucedía con Vaiana, Leelo & Stitch o Frozen, intentaban explicarte -y que empatizaras con ello- con una cultura que en nada tiene que ver con la mía propia, y que sobre el papel no me interesa que me la metan con calzador -ni Hawai, ni los países nórdicos, ni -como en este caso- la cultura mexicana-. Eso de "adoctrinar" al espectador me parece como poco pretencioso; ya si tengo ganas de culturizarme lo haré por mi cuenta, no hace falta que me cuelen toda la cultura de un determinado lugar...
Disney ya hizo precisamente eso en otro producto fallido hace años, porque en "Los Tres Caballeros", se intentó congraciar la cultura norteamericana (en la figura del pato Donald) con la brasileña (el loro José Carioca) y, también en este caso, la mejicana (con el gallo Panchito). El experimento, como era de esperar, no tuvo el éxito esperado, al mezclar la animación convencional con figuras reales y sobre todo, por no tener ni puñetera idea de las culturas que se pretendían vender. En el caso de "Coco", hay un director de arte norteamericano de origen mejicano, que se ha reciclado no solo en guionista, sino también en codirector.
Y vale, toda la tradición del día de los muertos y de toda la cultura en general en Méjico es muy colorista y fascinante... pero per se, no me llama especialmente la atención, como tampoco lo hace Halloween (la versión USA de este día); sencillamente no me hace gracia ninguna ironizar ni frivolizar con el más allá, ni con los muertos. Con este planteamiento, la película es de lo más reaccionaria, volviendo a poner en valor la familia por encima de todo, tal y como hacían las películas más clásicas de Disney. Por cierto, que de la misma estúpida manera que lo hace el insoportable cortometraje "La aventura helada de Olaf", que con 21 minutos de duración nos cuelan cuatro canciones que a nadie le interesan. Ni siquiera a los niños que estaban llenando la sala cuando vi la película. Y de los padres ya ni hablamos, bostezo generalizado -entre ellos, yo-.
El caso es que "Coco" (por cierto, que me parece surrealista que la película se llame como la bisabuela del protagonista, un niño que quiere dedicarse a cantar y que adora a un mítico mariachi, mientras su familia -que se dedica a hacer zapatos- odia todo tipo de representación de la música...) intenta tocar todas las teclas para crear un producto de lo más vendible en todos los aspectos, con la intención de contentar a todo tipo de público, desde los más pequeñines (con personajes divertidos como el perro callejero Dante) hasta los más adultos (con la abuela, la bisabuela y toda la saga familiar que intenta que el niño protagonista, Miguel, no cante...). El problema es que todo está trazado de manera muy gruesa, muy obvia. Se ven las intenciones y los trucos desde lejos.
Y en su favor hay que decir que a pesar de todo eso, las imágenes son un prodigio de la animación, con momentos muy espectaculares y un diseño artístico deslumbrante (aunque, insisto, no soy demasiado entusiasta de esta estética chillona de calaveras) y que la última media hora es verdaderamente conmovedora -da igual que todo sea muy explícito, el caso es que te pega el pellizco en el corazón y todo el mundo se pone a llorar a moco tendido-. No obstante, todos esos recursos de guión, aunque toscos y algo torpones -e incluso torpones y fortuitos, sin pocas explicaciones...-, terminan por darte en el corazoncito. Entre otras cosas, porque están diseñados precisamente para eso, y al final terminas conmoviéndote si o si.
Lo que está claro es que Disney ya tiene bien preparada -y ajustada- toda la maquinaria del merchandising para ponerse las botas con su nueva película de las Navidades: este enorme y fastuoso anuncio de muñequitos, de atracciones en los parques temáticos y de canciones pegadizas -por supuesto, de origen mejicano- dará sus frutos a tenor del gran éxito comercial que está teniendo en las salas -aunque con una campaña de marketing de estas características ¿quién no lo tendría?-. Reconozco que tiene momentos bien narrados, otros muy emocionantes y que es muy bonita, pero... el proceso de infantilización de Pixar por parte de Disney es total. Y ya no espero nada de sus películas, ya que están orientadas casi exclusivamente al público general sin perturbar mucho las más clásicas ideas preconcebidas de lo que tiene que ser una familia y sus valores de toda la vida.
TRAILER
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