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La sombra de la ley: Si, se puede

La sombra de la ley
Dirección
Guion
Patxi Amezcua
Música
Manuel Riveiro, Xavier Font
Fotografía
Josu Inchaustegui
Reparto
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Durante muchos años nos hemos quejado de que el cine español -esa entelequia apenas existente...- no ofrece al público productos comerciales de calidad, de que lo único que se le ofrecía al espectador eran dramas intimistas -que normalmente tenían poco presupuesto-. Pero el pulso actual de la situación del cine en nuestro país nos demuestra que no, que somos capaces de crear películas de gran producción, recreaciones históricas, comedias comerciales, y todo ello de gran calidad. Si, se puede hacer. Otra cosa es la voluntad y la capacidad de quienes se meten en estos fregaos.

Y da la casualidad que Dani de la Torre se ha arremangado y se ha metido de lleno en un complejo universo histórico, del que ha salido airoso al crear una película heredera del cine clásico de gángsters, demostrando que todos esos conflictos que hemos visto en las caras de George Raft, de James Cagney, de Humphrey Bogart, también pasaban en España. Que si en Chicago había ley seca y mafiosos, en Barcelona en 1921 había cabarets, extorsiones, sindicalistas, anarquistas, políticos corruptos y policía brutal. Un caldo de cultivo que puede explotar en cualquier momento y de la manera más agresiva. Si en su primera largometraje deslumbró con "El desconocido", con una narrativa deslumbrante y una buena trama, ahora se confirma la capacidad para contar una historia con gran soltura y sin bajar el ritmo en ningún momento: las más de dos horas de proyección te mantienen absolutamente pegado al asiento, con una fascinante historia contada de la mejor manera posible y con una factura de auténtico lujo. Cine español de gran nivel.

Pero ese marco histórico no serviría de nada sin una buena historia, y esta película la tiene: justo antes del golpe de estado que realizó el general Primo de Rivera en España en 1923, la convulsa situación laboral de principios del siglo XX en Barcelona se desequilibra cuando un tren que transporta una partida de armas del ejército es robado. Y la policía tiene que encontrar esas armas como sea, llegando un policía desde Madrid para ayudar a las investigaciones...

Aunque es cierto que el dibujo de personajes es un poco grueso -o todo lo grueso que se pudiera esperar de reconocibles arquetipos como los mafiosos, los policías, los militares, los políticos, los anarquistas...- el excelente trabajo en la dirección de actores suple ese trazo que podría haber sido mejorable, destacando sobre todo el protagonista, Luis Tosar, en plan héroe clásico que viene a sacar la basura y arreglar todos los entuertos. Merece la pena también señalar a Ernesto Alterio, que confirma su gran versatilidad con el personaje de un policía corrupto verdaderamente nauseabundo, así como un Vicente Romero que da vida al jefe de una infame brigada de investigación que puede tener todos los vicios imaginables. Y los inimaginables, también. En general, está representado casi el actual "all-star" del cine español, desde la preciosa Michelle Jenner hasta Paco Tous o Fernando Cayo, todos muy bien encajados en sus respectivos personajes.

Pero lo que realmente me ha llamado la atención, además de la deslumbrante (y cara) producción que recrea a la perfección y de manera absolutamente creíble la Barcelona de principios del siglo XX, es la maestría del director a la hora de rodar secuencias de acción que en nada tienen que envidiar a las del Hollywood más clásico -e incluso del más actual-. Había momentos en los que, evidentemente, veíamos "Los intocables de Eliot Ness" de DePalma, el "Cotton Club" de Coppola o "Camino a la Perdición" de Mendes. Pero todo ello encajado en lo más castizo de nuestro país, amén de trazar la reflexión de que en todos sitios se cuecen habas, y que lo ilegal -desde la prostitución, la extorsión, o la mismísima guerra- es lo mejor para hacerse rico rápidamente. También merece la pena señalar la excelente banda sonora

Resulta irónico que en el 2018, con todos los problemas que estamos viviendo en todos los ámbitos, podamos ver que a principios del siglo pasado también pasaba aproximadamente lo mismo. Eso es lo maravilloso del cine norteamericano, que es capaz de revisar su propia historia a través de apasionantes aventuras, de personajes reconocibles (y creíbles) y de todo un imaginario que ya se ha implantado en el inconsciente colectivo del espectador: no es sólo el séptimo de caballería y el General Custer, o Wyatt Earp, o Al Capone, o al Teniente Coronel Kilgore -ese al que le gustaba el olor del napalm por la mañana en las playas de Vietnam porque olía a victoria-, sino todos aquellos personajes que nos han desvelado las apasionantes historias que han sucedido en el pasado.

Todos los países y pueblos las tienen, igual de fascinantes, igual de intrincadas: nuestro país, las tiene como el que más: desde Viriato a Boabdil, desde Felipe II a Pepe Botella. Se puede hacer cine comercial, cine espectáculo, sin caer en la poca calidad. Si, se puede hacer cine tan fascinante como el más clásico cine americano, con la misma factura y con el mismo empaque. Y lo que es mejor, con personajes igual o más fascinantes. 

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