King's Man: la primera misión
Utilizando la fórmula comercial de la "precuela", ahora tendremos la oportunidad de ver cómo nació en realidad esa "agencia de inteligencia independiente" en el seno de la alta sociedad británica, cuando el bien relacionado Duque de Oxford decide implicarse para hacer del mundo un lugar mejor y más igualitario. Como ha sucedido en entregas anteriores, hay una siniestra organización que pretende destrozar la humanidad según sus propios criterios. Pero la originalidad en esta ocasión radica en que la acción se desarrolla a principios de siglo, entroncando con la historia misma y revisando los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial, donde la geopolítica del siglo XX cambió radicalmente con el conflicto bélico más sangriento jamás conocido hasta entonces.
Otro elemento interesante -y divertido- es jugar con personajes reconocibles de esa época, como Mata-Hari, Rasputín o el anarquista Gavrilo Princip (quien atentó en Sarajevo contra el Archiduque de Austira, provocando el inicio de la Primera Guerra Mundial), todos ellos bajo el mando de un enigmático personaje…
La espectacularidad de las imágenes está garantizada, con coreografías imposibles en las secuencias de acción y un lenguaje narrativo incluso más impactante que el de las dos anteriores entregas. Y como atractivo añadido, un carismático Ralph Fiennes que dota de un glamour notable a toda la película, convirtiéndose en el eje y centro de la historia. Pero después de ese apabullante despliegue de recursos ¿era necesaria esta película? ¿realmente entronca con el universo anteriormente planteado? (porque se nos dijo que esta agencia llevaba siglos protegiendo a los débiles e inocentes, cuando en realidad parece que arrancó a principios del siglo XX…).
El caso es que el resultado final es efectivo (y eficiente), aunque con el innegable regusto a videojuego que tienen las anteriores. Realmente echo de menos el toque gamberro y canalla del personaje de Ecsy (Taron Egerton), aunque la sustitución de Colin Firth por Fiennes funciona a la perfección (pocos han llevado un peluquín mejor, a excepción quizás del mismísimo Sean Connery…). Pero hay que tomársela con la ligereza e intrascendencia que realmente tiene, por mucha vocación histórica que se le haya querido dar: es un juguete para disfrutar durante más de dos horas, y eso lo consigue con creces. Y lo mejor es que no se echa de menos la tecnología y los aparatitos.
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